En el sistema de cultivo tradicional, el cannabis Sensi Seeds se siembra en primavera y se cosecha en otoño. Pero con el empleo de nuevas técnicas y variedades, esto ya no tiene que ser así. En este artículo os mostramos cuatro técnicas distintas que se pueden emplear para cultivar cannabis a partir de semillas de Sensi Seeds y obtener cosechas tempranas, que permitan al cultivador tener las plantas recogidas antes de que lleguen las vacaciones de agosto o las lluvias de octubre.
1. Automáticas y cosecha a final de julio
Un sistema ideal para los cultivadores más inexpertos o impacientes. Las autoflorecientes permiten cosechar cogollos en solo dos meses y en prácticamente cualquier espacio soleado, desde en el alfeizar de una ventana hasta en el más pequeño de los balcones. Como se realiza todo el ciclo en la época del año con mejor clima, se reducen los riesgos de plagas y problemas y resulta muy fácil tener éxito.
El cultivo de variedades automáticas Sensi Seeds es sencillo, cómodo, divertido e increíblemente rápido. Hasta hace pocos años, los cultivadores no podíamos ni imaginar que llegaran a existir variedades así. Libres de la dependencia del fotoperiodo, las variedades automáticas son indiferentes a la duración de los días y las noches. Descendientes, al menos en parte, del Cannabis sativa variedad rudelaris, una variedad no psicoactiva que vive en latitudes septentrionales donde la temporada de cultivo es extremadamente corta. El arte de los criadores de variedades de cannabis ha sido saber combinar esta genética con plantas psicoactivas de modo que los híbridos resultantes conservasen la floración automática independiente del fotoperiodo y, al mismo tiempo, la psicoactividad de las variedades tradicionales. Las primeras generaciones de plantas autoflorecientes tenían una psicoactividad bastante mala y cabezona, pero cada año van mejorando y pareciéndose más a las variedades que florecen según el fotoperiodo.
Otra particularidad de estas variedades automáticas es que no pueden conservarse en forma de plantas madre, ya que es imposible evitar que florezcan. Mientras que las variedades tradicionales pueden mantenerse en fase vegetativa de manera permanente siempre que permanezcan bajo un fotoperiodo de noches cortas, las variedades automáticas florecen al cabo de solo unas semanas de crecimiento.
Los bancos de semillas tienen que crear una generación nueva de plantas cada año, seleccionando nuevos machos y hembras de entre las semillas del año pasado y cruzándolas entre sí. Este proceso de constante selección y mejora tiene como consecuencias principales que las variedades no se estancan y van evolucionando año tras año.
Las autoflorecientes tardan, según la variedad, entre dos y tres meses desde la germinación hasta que están listas para la cosecha. En la mayoría de las variedades la fase de crecimiento es muy corta, de apenas tres semanas. El hecho de que sea tan rápida obliga a hacerlo todo perfectamente desde el principio, pues el más mínimo problema durante estas semanas tendrá graves consecuencias sobre el tamaño y la producción final de la planta.
Hay variedades autoflorecientes que alcanzan tamaños bastante considerables y superan ampliamente el metro de altura, mientras que otras son prácticamente enanas y acaban de florecer con apenas 20 a 40 centímetros. Mientras que las de mayor tamaño suelen ser plantas más productivas y, por tanto, muy apreciadas por los cultivadores, las variedades pequeñas resultan imbatibles cuando el objetivo es realizar un cultivo discreto, que pase desapercibido o que quepa en un espacio muy pequeño. Cada cultivador tiene unas condiciones y unas necesidades diferentes que le deben guiar a la hora de escoger qué plantas cultivar.
Por su rápido desarrollo es mejor sembrar las variedades autoflorecientes directamente en la maceta definitiva para evitar los trasplantes, que siempre estresan las raíces y pueden provocar un parón en el crecimiento de las plantas. Las variedades de menor tamaño pueden llevar a cabo todo el ciclo en macetas de 10 litros de volumen, pero las nuevas variedades que buscan gran producción necesitan al menos 15 litros.
La duración del ciclo de vida de una automática limita el número de días que tiene la planta para crecer y florecer. Por ello, cuantas más horas de sol tenga cada día, mayor será su crecimiento y producción. Cuando se cultivan en interior, para maximizar su producción, las autoflorecientes se suelen iluminar entre 20 y 24 horas diarias. En cultivo exterior esto no es posible, pero sí se pueden aprovechar los días más largos del año, que son los más cercanos al solsticio de verano (20 a 22 de junio, según año). Para que tengan el máximo de horas de sol posible y teniendo en cuenta que las variedades autoflorecientes tardan de 60 a 90 días en desarrollarse, la mejor fecha de siembra para las variedades que requieran tres meses es alrededor del 6 de mayo, y del 21 de mayo para las que necesiten dos meses. Las primeras estarán listas para la cosecha en la primera semana de agosto y las segundas, hacia el 20 de julio. También se pueden sembrar las lentas a finales de abril y cosecharlas a la vez que las variedades de dos meses.
Hay que ir con cuidado a la hora de abonar para no sobrefertilizar las plantas, algo relativamente fácil con las variedades automáticas, especialmente las de menor tamaño. El exceso de abono provoca la paralización del crecimiento y daña el sistema radicular, reduciendo considerablemente la cosecha. Hay mucha diferencia en consumo de nutrientes entre las variedades enanas, que necesitan muy poco abono, y las autoflorecientes grandes de última generación, capaces de comer lo mismo que una variedad tradicional.
Muchos cultivadores optan por preparar un sustrato fértil y rico en nutrientes, añadiéndole fertilizantes orgánicos como el humus de lombriz o el compost para asegurar una correcta nutrición de las plantas sin riesgo de quemar las raíces o cargarlas de sales nocivas. Como la fase de crecimiento es muy corta, las plantas tienen suficiente con los nutrientes presentes en la tierra y solo es necesario abonar con un fertilizante líquido de floración una vez empieza el desarrollo de los cogollos. Esto último también se puede evitar mezclando guano de murciélago en polvo con el sustrato para aportar los nutrientes necesarios durante la floración, aunque en variedades muy productivas puede ser necesario completar con algún abono líquido de floración. En cualquier caso, no hay que abonar las plantas muchas veces, dos semanas antes de la fecha prevista de cosecha se empieza a regar las plantas solo con agua, para que consuman los nutrientes almacenados en sus tejidos y los cogollos tengan mejor sabor cuando se fumen.
Dentro de una década lo más probable es que el tipo de cultivo más frecuente entre los pequeños cultivadores domésticos sea precisamente éste: siembra de autoflorecientes en mayo y cosecha en julio o agosto, cuando los días son largos y soleados y aún no han aparecido las lluvias de final del verano, que dañan las glándulas de resina y pueden provocar la aparición de botritis y otros hongos en los cogollos.
2. Feminizadas forzadas y recogidas en agosto
Este segundo sistema imita el comportamiento de las variedades autoflorecientes, permitiendo cosechar en el momento deseado e independientemente del fotoperiodo natural, pero usando plantas que sí florecen en función del fotoperiodo. La técnica de forzar la floración alterando el fotoperiodo es la que se usa comúnmente en el cultivo de interior, donde las plantas se hacen crecer bajo un fotoperiodo de 18 horas de luz y 6 de oscuridad hasta que alcanzan el tamaño deseado, momento en que se cambia el fotoperiodo a doce horas de luz y doce de oscuridad. El cambio provoca que las plantas empiecen a florecer inmediatamente. Entre dos y tres meses después, según variedades, los cogollos están maduros y listos para la cosecha.
En el cultivo de exterior tradicional, las plantas se siembran a mediados de primavera y crecen mientras los días se van alargando hasta el solsticio de verano y conforme empiezan a acortarse tras esta fecha. Llega un momento en que las noches alcanzan una duración determinada, que depende de cada variedad, pero suele ser mayor en las sativas que en las índicas, y se desencadena la floración. Como la duración de las noches aumenta de forma progresiva, apenas unos minutos cada día, la floración no suele desencadenarse tan de golpe como cuando el fotoperiodo se altera radicalmente, de un día para otro.
La técnica de forzar la floración en exterior utiliza el cambio radical del fotoperiodo típico de los cultivos de interior aplicándolo a plantas que crecen bajo el sol. Las plantas se siembran y se dejan crecer normalmente, siguiendo el fotoperiodo natural de los meses de abril y mayo pero, al llegar junio, cuando los días aún son muy largos y las plantas seguirían creciendo al menos durante un mes o dos más, el cultivador fuerza a las plantas a que empiecen a florecer. Lo hace asegurándose de que las plantas reciben noches de al menos doce horas seguidas de completa oscuridad, que es lo que hará que empiecen a florecer en pocos días. Este fotoperiodo se debe mantener hasta el día de la cosecha, si se abandona a mitad de la floración las plantas volverán a su fase de crecimiento y no madurarán los cogollos.
Hay varias maneras de conseguir alterar el fotoperiodo en exterior: sembrar las plantas en invernadero y taparlo y destaparlo cada doce horas o, si las plantas crecen en macetas, meterlas y sacarlas cada día en un armario o en un cuarto a oscuras. Conozco a un cultivador que tiene un pequeñísimo balcón de apenas 150 x 50 centímetros donde apenas le caben cuatro plantas y del que obtiene cada año más de medio kilo de cogollos de primera calidad. A veces usa semillas pero, cuando puede, prefiere plantar esquejes porque, en pequeño tamaño, florecen mejor que las plantas de semilla. Como no quiere que se le hagan muy grandes, fuerza la floración en cuanto las plantas alcanzan poco más de 30 centímetros. Tiene un pequeño armarito dentro de casa que utiliza para forzar la floración, metiendo las plantas cada día entre las siete de la tarde y las siete de la mañana, cuando las saca antes de irse a trabajar.
Normalmente le da tiempo a hacer dos cosechas en cada temporada: la primera entre abril y junio y la segunda entre julio y septiembre.
La floración se puede forzar en cualquier momento desde que las plantas alcanzan el tamaño deseado por el cultivador, que necesariamente debe ser menor que el tamaño con el que se quieran cosechar las plantas. Hay que recordar que las plantas se estiran bastante durante la floración, aunque depende mucho de cada variedad; mientras que las índicas más pequeñas pueden aumentar solo un 50% su altura durante la floración, hay sativas que llegan a triplicar su tamaño.
El catálogo del banco de semillas indica la duración de la floración en número de días cuando la variedad se cultiva en interior. Éste es el dato que hay que tener en cuenta para calcular cuándo estará la planta lista para la cosecha una vez se empiece a forzar la floración. Por ejemplo, si una planta que requiere 56 días se empieza a forzar el 1 de junio, estará lista para la cosecha el 26 de julio.
Un pequeño truco que se emplea para acelerar aún más la floración de las forzadas es aumentar la duración de las noches que reciben las plantas hasta las 13 horas. En la mayoría de los jardines de exterior, las plantas no reciben doce horas de sol directo y, si la hora eliminada es de semisombra, la producción no se ve apenas afectada, mientras que el tiempo de floración se puede reducir fácilmente en una semana. Este sistema es especialmente práctico cuando el cultivador quiere cosechar varias tandas de plantas forzadas a lo largo de la temporada. Una semana menos en cada tanda puede permitirle encajar fácilmente a lo largo de una temporada de exterior hasta cuatro ciclos de cultivo con variedades de floración rápida o hasta tres ciclos si la floración es algo más lenta.
3. Regulares aceleradas Fast Version
Las variedades Fast Version son el resultado de cruzar una variedad dependiente del fotoperiodo, normalmente un clon élite, es decir, una planta ya conocida y seleccionada por su gran calidad, con una variedad autofloreciente. El resultado es una generación de plantas que no son autoflorecientes pero cuya fecha de maduración se suele adelantar una o dos semanas respecto al clon original, manteniendo en buena parte sus características en cuanto a producción, potencia, sabor o tipo de psicoactividad.
Este tipo de híbrido F1 se realiza como primer paso en el desarrollo de versiones autoflorecientes de variedades no autoflorecientes, pero normalmente solo accedían a ellos los criadores que los realizaban y solo los empleaban para llevar a cabo una nueva generación F2, en la que ya aparecerán plantas autoflorecientes con los rasgos del clon original, que son las que se seleccionarán para desarrollar la variedad autofloreciente. Actualmente, hay al menos dos bancos de semillas comercializándolas: Sweet Seeds y Royal Queen Seeds, a los que con toda probabilidad se irán uniendo otros nuevos en los próximos años.
La principal ventaja de estas variedades es que empezamos a ver plantas de floración controlada por el fotoperiodo y una fecha de cosecha realmente temprana: índicas de finales de agosto o principios de septiembre y sativas de finales de septiembre y principios de octubre.
Una o dos semanas de adelanto en la cosecha puede parecer una ganancia pequeña, pero en esas fechas, cuando el frío, la lluvia y, en definitiva, el mal tiempo resultan letales para los cogollos, suponen una gran diferencia. Además, si el cultivador combina variedades con distintas fechas de cosecha, podría estar recogiendo plantas prácticamente durante toda la temporada entre autoflorecientes, Fast Version, índicas y sativas.
El cultivo de las variedades Fast Version es igual que el de las variedades tradicionales, con la única diferencia de que empiezan antes a florecer y se cosechan antes. Como su fase de crecimiento es algo más corta, hay que cuidarlas especialmente durante las primeras semanas de vida para potenciar el máximo desarrollo y asegurar una buena cosecha.
4. Autoflorecientes de exterior reforzadas en interior
Una técnica para los más fanáticos de la producción. Como las autoflorecientes son capaces de asimilar muchas más horas de luz cada día de las que da el sol incluso en pleno verano, es posible aumentar la producción de estas variedades cultivadas en exterior trasladándolas a un cultivo de interior durante las horas en que fuera es de noche.
Esta técnica puede ser útil en dos escenarios diferentes. Por un lado, en los meses primaverales en que los días no son demasiado largos, la producción de las variedades autoflorecientes en exterior deja mucho que desear. Si se incrementa la cantidad de horas en que las plantas reciben luz con seis u ocho horas de iluminación artificial en el cuarto de cultivo, la producción puede llegar a aumentar un 50% fácilmente.
La segunda situación en que esta técnica puede resultar útil es para cultivar autoflorecientes durante todo el año en zonas de climas bastante benignos. Por ejemplo, en la costa andaluza hay muy buen clima durante el invierno, suficiente como para que las plantas autoflorecientes produzcan aceptablemente siempre que se alargue el fotoperiodo durante unas cuantas horas al día y se mantengan las plantas en interior durante las noches y los días más fríos del invierno.